XVIII: Il fu Mattia Pascal
Tra l'ansia e la rabbia (non sapevo che mi agitasse di più, ma eran forse una cosa sola:
ansiosa rabbia, rabbiosa ansia) non mi curai più se altri mi riconoscesse prima di scendere
o appena sceso a Miragno.
M'ero cacciato in un vagone di prima classe, per unica precauzione. Era sera; e del resto,
l'esperimento fatto su Berto mi rassicurava: radicata com'era in tutti la certezza della mia
trista morte, ormai di due anni lontana, nessuno avrebbe più potuto pensare ch'io fossi
Mattia Pascal.
Mi provai a sporgere il capo dal finestrino, sperando che la vista dei noti luoghi mi destasse
qualche altra emozione meno violenta; ma non valse che a farmi crescer l'ansia e la
rabbia.
El difunto Matías Pascal Dividido el ánimo entre la ansiedad y la ira, no sabía cuál de las dos me tuviese más soliviantado, aunque puede que en el fondo fueran una misma cosa: ansiosa ira e ira ansiosa; no me cuidé ya de que me viese alguien o no, antes de apearme o al apearme en Miragno. La única precaución que había adoptado era meterme en un coche de primera. Había oscurecido ya; y, aparte esto, tranquilizábame el experimento que con Roberto hiciera; convencidos firmemente como todos estaban de mi triste fin, acaecido dos años atrás, a nadie iba a ocurrírsele pensar que yo pudiera ser el difunto Matías Pascal resucitado. Asomé la cabeza por la ventanilla, a guisa de prueba, por ver si la contemplación de los parajes conocidos despertaba en mi ánimo alguna otra emoción menos violenta; mas sólo sirvió para aumentar mi inquietud y mi ira.
Sotto la luna, intravidi da lontano il clivio della Stìa.
- Assassine! - fischiai tra i denti. - Là... Ma ora...
Quante cose, sbalordito dall'inattesa notizia, mi ero dimenticato di domandare a Roberto! Il
podere, il molino erano stati davvero venduti? o eran tuttora, per comune accordo dei creditori,
sotto un'amministrazione provvisoria?
Al fulgor de la luna vislumbré en lontananza el cerrete de La Cabaña. —¡Asesinas! —murmuré entre dientes—. Allí fue. ¡Pero lo que es ahora! ... ¡Cuántas cosas me había olvidado de preguntarle a Roberto, aturdido por efecto de la inesperada noticia! ¿Habían llegado a venderse el cortijo y el molino, o se hallaban aún, por común acuerdo de los acreedores, sujetos a una administración provisional?
E Malagna era morto? E zia Scolastica?
Non mi pareva che fossero passati soltanto due anni e mesi; un'eternità mi pareva, e che -
come erano accaduti a me casi straordinarii - dovessero parimenti esserne accaduti a Miragno.
Eppure niente, forse, vi era accaduto, oltre quel matrimonio di Romilda con Pomino,
normalissimo in sé, e che solo adesso, per la mia ricomparsa, sarebbe diventato straordinario.
Y Malagna, ¿se había muerto? ¿Qué había sido de tía Escolástica? Parecíame mentira que hubiesen transcurrido solamente dos años y pico; antojábaseme aquel tiempo una eternidad y pensaba que lo mismo que a mí me habían acaecido lances extraordinarios, debían de haberles sucedido también a mis paisanos. Y, sin embargo, lo más probable era que nada de particular hubiese ocurrido en el pueblo, salvo el casamiento de Romilda con Pomino, suceso vulgarísimo en sí, y que sólo por mi aparición inminente había de resultar extraordinario y peregrino.
Dove mi sarei diretto, appena sceso a Miragno. Dove s'era composto il nido la nuova coppia?
Troppo umile per Pomino, ricco e figlio unico la casa in cui io, poveretto, avevo abitato. E
poi Pomino, tenero di cuore, ci si sarebbe trovato certo a disagio, lì, con l'inevitabile ricordo
di me. Forse s'era accasato col padre, nel Palazzo. Figurarsi la vedova Pescatore, che
arie da matrona, adesso! e quel povero cavalier Pomino, Gerolamo I, delicato, gentile,
mansueto, tra le grinfie della megera!
¿Adónde me dirigiría luego que me apease en Miragno? ¿Al nido de los amores de la nueva parejica? Demasiado humilde resultaba para Pomino, rico e hijo único, la casa donde yo, pobre de mí, viviera. Además, que Pomino, tierno de corazón, no se hubiera encontrado allí a gusto, asediado por mi inevitable recuerdo. Quizá se habría llevado a la mujer al palacio del padre. ¡Habría que ver los humos de matrona que tendría ahora mi suegra! Pues ¿y aquel pobre caballero Pomino, Jerónimo 1, tan delicado, fino y pazguato, entre las garras de la bruja?
Che scene! Né il padre, certo, né il figlio avevano
avuto il coraggio di levarsela dai piedi. E ora, ecco - ah che rabbia! - li avrei liberati io...
Sì, là, a casa Pomino, dovevo indirizzarmi: che se anche non ce li avessi trovati, avrei potuto
sapere dalla portinaja dove andarli a scovare.
Oh paesello mio addormentato, che scompiglio dimani, alla notizia della mia resurrezione!
C'era la luna, quella sera, e però tutti i lampioncini erano spenti, al solito, per le vie quasi
deserte, essendo l'ora della cena pei più.
Avevo quasi perduto, per la estrema eccitazione nervosa, la sensibilità delle gambe:
¡Qué escenas se armarían! Algo podía apostarse a que ni el padre ni el hijo se habrían atrevido a quitársela de encima. Y ahora, ¡qué rabia!, iba a libertarlos yo... Sí; a casa de Pomino era adonde primero debía enderezar mis pasos; que, si no los encontrase allí, ya me diría la portera dónde podría dar con ellos. ¡Oh, y qué revuelo iba a armarse al otro día en aquel pueblecito mío, tan tranquilo, en cuanto se divulgase la noticia de mi resurrección! Hacía luna aquella noche, y todos los faroles estaban ya apagados, según costumbre, en las calles, desiertas, por hallarse a aquella hora todo el mundo en sus casas, cenando. Por efecto de la extremada excitación nerviosa, casi había perdido la sensibilidad de las piernas,
andavo,
come se non toccassi terra coi piedi. Non saprei ridire in che animo fossi: ho soltanto
l'impressione come d'una enorme, omerica risata che, nell'orgasmo violento, mi sconvolgeva
tutte le viscere, senza poter scoppiare: se fosse scoppiata, avrebbe fatto balzar
fuori, come denti, i selci della via, e vacillar le case.
y caminaba como si no hollase la tierra con los pies. No podría describir ahora cuál fuese entonces el estado de mi espíritu; sólo conservo la impresión como de una enorme y homérica carcajada que, en un espasmo violento, conmovía todo mi organismo, sin poder llegar a estallar, que, de haberío conseguido, hubiera hecho saltar, como muelas, los pedruscos de la calle y tambalearse las casas.
Giunsi in un attimo a casa Pomino; ma in quella specie di bacheca che è nell'androne non
trovai la vecchia portinaja; fremendo, attendevo da qualche minuto, quando su un battente
del portone scorsi una fascia di lutto stinta e polverosa, inchiodata lì, evidentemente, da
parecchi mesi. Chi era morto? La vedova Pescatore? Il cavalier Pomino? Uno dei due,
certamente. Porse il cavaliere... In questo caso, i miei due colombi, li avrei trovati sù, senz'altro,
insediati nel Palazzo. Non potei aspettar più oltre: mi lanciai a balzi sù per la scala.
Alla seconda branca, ecco la portinaja.
Llegué en un santiamén a casa de Pomino; pero en aquella suerte de mostrador que hay en el zaguán no encontré a la portera; y, trémulo de ira, llevaba ya aguardando un rato, cuando en una de las hojas del portalón hube de distinguir una faja de luto, ya descolorida y polvorienta, que probablemente llevaba allí ya varios meses prendida. ¿Quién habría muerto? ¿El caballero Pomino? Pero Berto no me había dicho ni palabra... Sin embargo, no tenía más remedio que ser él el difunto. Y entonces, ¿ estarían mis tórtolos allá arriba? No tuve paciencia para aguardar más, y me lancé a brincos escaleras arriba. Pero en el segundo rellano salióme al paso la portera.
- Il cavalier Pomino?
Dallo stupore con cui quella vecchia tartaruga mi guardò, compresi che proprio il povero
cavaliere doveva esser morto.
- Il figlio! il figlio! - mi corressi subito, riprendendo a salire.
Non so che cosa borbottasse tra sé la vecchia per le scale. A pie' dell'ultima branca dovetti
fermarmi: non tiravo più fiato! guardai la porta; pensai: « Forse cenano ancora, tutti e tre a
tavola... senz'alcun sospetto. Fra pochi istanti, appena avrò bussato a quella porta, la loro
vita sarà sconvolta...
—¿El caballero Pomino? Por la estupefacción con que hubo de mirarme aquella tortuga vieja, comprendí que el propio caballero era el finado. —¡El hijo! Pregunto por el hijo —rectifiqué inmediatamente, sabiendo ya a qué atenerme, y seguí escaleras arriba. No sé qué refunfuñaría la vieja. Al llegar al último tramo, tuve que detenerme: ¡me faltaba el aliento! Miré a la puerta, y pensé: “¡Quizá estén cenando ahora los tres juntitos..., sin el menor recelo! Pero dentro de un instante, en cuanto yo llame a esa puerta, quedará malparada su vida...
Ecco, è in mia mano ancora la sorte che pende loro sul capo ». Salii
gli ultimi scalini. Col cordoncino del campanello in mano, mentre il cuore mi balzava in gola,
tesi l'orecchio. Nessun rumore. E in quel silenzio ascoltai il tin-tin lento del campanello,
tirato appena, pian piano.
Tutto il sangue m'affluì alla testa, e gli orecchi presero a ronzarmi, come se quel lieve tintinno
che s'era spento nel silenzio, m'avesse invece squillato dentro furiosamente e intronato.
¡ En mi mano está todavía la suerte que se cierne sobre sus cabezas!” Subí los últimos escalones. Con el cordón de la campanilla en la mano, en tanto el corazón me daba brincos, subiéndoseme a la garganta, agucé el oído. Ningún rumor. Y en aquel silencio escuché el lento tin, tin, tin de la campanilla, de la cual tiraba yo muy flojito. Subióseme toda la sangre a la cabeza y empezaron a zumbarme los oídos, como si aquel leve tintineo, que se había extinguido en el silencio, retumbase, furioso y ensordecedor, dentro de mí.
Poco dopo, riconobbi con un sussulto, di là dalla porta, la voce della vedova Pescatore:
- Chi è?
Non potei, lì per li, rispondere: mi strinsi le pugna al petto, come per impedir che il cuore
mi balzasse fuori. Poi, con voce cupa, quasi sillabando, dissi:
- Mattia Pascal.
- Chi?! - strillò la voce di dentro.
- Mattia Pascal, - ripetei, incavernando ancor più la voce.
Sentii scappare la vecchia strega, certo atterrita, e subito immaginai che cosa in quel momento
accadeva di là. Sarebbe venuto l'uomo, adesso: Pomino: il coraggioso!
Ma prima bisognò ch'io risonassi, come dianzi, pian piano.
A poco rato, reconocí, sobresaltado, al otro lado de la puerta, la voz de la viuda de Pescatore: —¿Quién va? No pude, al pronto, responder; y me apreté el pecho con los puños, temiendo no se me saltase el corazón. Luego, con voz sombría, casi silabeando, dije: —¡Matías Pascal! —¿Quién? —chilló la voz de dentro. —¡Matías Pascal! —repetí, con voz todavía más cavernosa. Sentí echar a correr a la bruja de mi suegra, aterrorizada sin duda, y al punto imagineme lo que en aquel instante estaría sucediendo al otro lado de la puerta. Ahora vendría Pomino, el hombre, ¡el valiente! Pero antes fue menester que volviese a llamar como antes, muy flojito.
Appena Pomino, spalancata di furia la porta, mi vide - erto - col petto in fuori - innanzi a sé
- retrocesse esterrefatto. M'avanzai, gridando:
- Mattia Pascal! Dall'altro mondo.
Pomino cadde a sedere per terra, con un gran tonfo, sulle natiche, le braccia puntate indietro,
gli occhi sbarrati:
- Mattia! Tu?!
La vedova Pescatore, accorsa col lume in mano, cacciò uno strillo acutissimo, da partoriente.
Io richiusi la porta con una pedata, e d'un balzo le tolsi il lume, che già le cadeva di
mano.
Apenas, abriendo de par en par la puerta, me hubo visto Pomino, erguido, echado para adelante, plantado frente a él, retrocedió aterrado. Yo me adelanté, diciendo: —¡Soy Matías Pascal, que viene del otro mundo! Pomino dejose caer en el suelo, dando un gran resbalón, con los brazos para atrás y de par en par los ojos. —¡Matías! ¿Tú? Mi suegra, que había acudido, llevando la luz en una mano, lanzó un alarido agudísimo, como de parturienta. Yo cerré la puerta de un empellón, y de una manotada le quité la luz, que ya se le caía de la mano.
- Zitta! - le gridai sul muso. - Mi prendete per un fantasima davvero?
- Vivo?! - fece lei, allibita, con le mani tra i capelli.
- Vivo! vivo! vivo! - seguitai io, con gioja feroce. - Mi riconosceste morto, è vero? affogato
là?
- E di dove vieni? - mi chiese con terrore.
- Dal molino, strega! - le urlai. - Tieni qua il lume, guardami bene! Sono io? mi riconosci? o
ti sembro ancora quel disgraziato che s'affogò alla Stia?
- Non eri tu?
- Crepa, megera! Io sono qua, vivo! Sù, alzati tu, bel tomo! Dov'è Romilda?
- Per carità... gemette Pomino, levandosi in fretta.
—¡Silencio! —díjele en los mismos morros—. ¿De veras me toma usted por un fantasma? —¿¡Vivo!? —exclamó ella, pasmada, con las manos en la cabeza. —¡Vivo! ¡Vivo! ¡Vivo! —repetí yo, con feroz alegría—. Me habías dado por muerto, ¿no es verdad? ¿ Ahogado en el molino? —Y ¿de dónde vienes? —preguntome, temblando de terror. —¡Pues del molino, so bruja! —gritéle—. ¡Toma la luz, mírame bien! ¿Soy o no soy yo? ¿No me reconoces? ¿O te sigo pareciendo aquel desgraciado que se ahogó en La Cabaña? —Pero ¿no eras tú? —¡Así revientes, bruja de los demonios! ¡Yo estoy aquí vivo! ¿No me ves? ¡Ea, levántate, mala pécora! ¿Dónde está Romilda? —¡Por caridad! —gimió Pomino, levantándose del suelo presuroso—.
- La piccina... ho paura... il latte...
Lo afferrai per un braccio, restando io, ora, a mia volta:
- Che piccina?
- Mia... mia figlia... balbettò Pomino.
- Ah che assassinio! - gridò la Pescatore.
Non potei rispondere ancora sotto l'impressione di questa nuova notizia.
- Tua figlia?... - mormorai. - Una figlia, per giunta?... E questa, ora...
- Mamma, da Romilda, per carità... - scongiurò Pomino.
Ma troppo tardi. Romilda, col busto slacciato, la poppante al seno, tutta in disordine, come
se - alle grida - si fosse levata di letto in fretta e in furia, si fece innanzi, m'intravide:
La pequeña..., tengo miedo..., la leche... Yo lo cogí de un brazo, y, a mi vez, me detuve: —¿Qué pequeña? —Mi... mi hija... —balbució Pomino. —¡As... sesino! —clamó mi suegra. No pude responderle, aturdido por la impresión de aquella nueva noticia. —¡Tu hija! —murmuraba—. ¿Una hija, además?... ¿Y está ahora...? —Está tomando el pecho de Romilda. ¡Por el amor de Dios! —conjuróme Pomino. Pero había acudido tarde. Porque ya Romilda, con el corpiño flojo y la pequeñuela en el regazo, toda en desorden, como si al oír los gritos hubiese saltado presurosa y azorada del lecho, habíase adelantado hacia nosotros, y me vio:
- Mattia! - e cadde tra le braccia di Pomino e della madre, che la trascinarono via, lasciando,
nello scompiglio, la piccina in braccio a me accorso con loro.
Restai al bujo, là, nella sala d'ingresso, con quella gracile bimbetta in braccio, che vagiva
con la vocina agra di latte. Costernato, sconvolto, sentivo ancora negli orecchi il grido della
donna ch'era stata mia, e che ora, ecco, era madre di questa bimba non mia, non mia!
mentre la mia, ah, non la aveva amata, lei, allora! E dunque, no, io ora, no, perdio! non
dovevo aver pietà di questa, né di loro. S'era rimaritata? E io ora...
—¡Matías! Y dejóse caer en brazos de Pomino y de su madre, los cuales cargaron con ella y se la llevaron de allí, dejando, en aquel destartalo, a la pequeña en mis manos. Encontréme a oscuras en el recibimiento, sosteniendo en mis brazos a la niña, que lanzaba vagidos con la vocecilla acre de la leche. Consternado, poseído de agitación, seguía oyendo el grito de aquella que fuera mi mujer y era ahora la madre de esta niña, no mía, sino de otro, mientras que a la mía no le había tenido cariño. Por lo cual yo, ahora, ¡no, por Dios vivo!, no debía tener piedad. ¡Había vuelto a casarse!
Ma seguitava a vagire
quella piccina, a vagire; e allora... che fare? per quietarla, me l'adagiai sul petto e cominciai
a batterle pian pianino una mano su le spallucce e a dondolarla passeggiando. L'odio
mi sbollì, l'impeto cedette. E a poco a poco la bimba si tacque.
Pomino chiamò nel bujo con sgomento:
- Mattia!... La piccina!...
- Sta' zitto! L'ho qua, - gli risposi.
- E che fai ?
- Me la mangio... Che faccio!... L'avete buttata in braccio a me...
Pero, a todo esto, la niña seguía gimiendo, y yo no sabía qué hacer. Hasta que, por último, me la acomodé bien contra el pecho y empecé a acariciarla suavemente, pasándole una mano por sus hombritos, y a mecerla para que se durmiese. Enturbióseme el odio y cedió la violencia. Y poco a poco fue quedándose callada la niña. Pomino llamó en lo oscuro, sobresaltado: —¡Matías...!, ¿y la nena? —¡Cállate! ¡La tengo aquí! —¿Y qué haces? —Pues ya ves, ¡comérmela a bocados! ... ¡Hay que ver la pregunta! ¿Que qué hago? Me la habéis puesto en los brazos...
Ora lasciamela stare! S'è
quietata. Dov'è Romilda?
Accostandomisi, tutto tremante e sospeso, come una cagna che veda in mano al padrone
la sua cucciola:
- Romilda? Perché? - mi domandò.
- Perché voglio parlarle! - gli risposi ruvidamente.
- E svenuta, sai?
- Svenuta? La faremo rinvenire.
Pomino mi si parò davanti, supplichevole:
- Per carità... senti... ho paura... come mai, tu... vivo!... Dove sei stato?... Ah, Dio... Senti...
Non potresti parlare con me?
- No! - gli gridai. - Con lei devo parlare. Tu, qua, non rappresenti più nulla.
- Come! io?
- Il tuo matrimonio s'annulla.
- Come... che dici? E la piccina?
- La piccina... la piccina... - masticai.
Ahora, lo mejor que podéis hacer es dejar en paz a la nena... Ya está tranquilita... ¿Y Romilda? ¿Dónde está? Pomino se me acercó, todo tembloroso y remiso, cual perra que ve a su crío en manos del amo. —¿Romilda? ¿Para qué la quieres? —preguntóme. —¡Para hablarle, hombre! —respondíle con rudeza. —Se ha desmayado, ¿sabes? —¿Que se ha desmayado? ¡Pues ya haremos que vuelva en sí! Pomino se me plantó delante, implorando: —¡Por el amor de Dios! ... Oye..., tengo miedo... ¿Cómo es posible que seas tú?... ¡Vivo!... ¿Dónde estuviste tanto tiempo? ¡Dios santo!... Oye..., ¿no te sería lo mismo decirme a mí lo que le fueras a decir a ella? —¡No! —gritéle—. ¡Tengo que hablar con ella! ¡Tú aquí no eres ya nadie! —¡Cómo! —Como te lo digo. Tu matrimonio no tiene validez. —Pero, ¡hombre, por Dios! ... ¿Qué dices?... ¿Y la niña? —La niña..., la niña.... la niña... —mascullé—.
- Svergognati! In due anni, marito e moglie, e una figliuola!
Zitta, carina, zitta! Andiamo dalla mamma... Sù, conducimi! Di dove si prende?
Appena entrai nella camera da letto con la bimba in braccio, la vedova Pescatore fece per
saltarmi addosso, come una jena.
La respinsi con una furiosa bracciata:
- Andate là, voi! Qua c'è vostro genero: se avete da strillare, strillate con lui. Io non vi conosco!
Mi chinai verso Romilda, che piangeva disperatamente, e le porsi la figliuola:
- Sù, tieni... Piangi?
¡Habráse visto qué poca vergüenza! ¡En dos años, casados y con una niña! ¡Calla, rica calla! Vamos a ver a la mamá... ¡Anda, hombre! Ve tú delante, guiando... ¿Por dónde hay que echar? No bien hube entrado en la alcoba con la niña en mis brazos, hizo ademán mi suegra de abalanzárseme como una hiena. Yo la rechacé con furioso codazo. —¡Váyase usted de aquí, so tía brujas! Que aquí tiene usted a su yerno. Si tiene usted algo que rezongar, ¡dígaselo a él, que yo no la conozco! Inclinéme sobre Romilda, que lloraba a lágrima viva, y presentéle a la pequeña: —¡Tómala! Aquí la tienes. ¡No llores! ... ¿A qué viene ese llanto? ¿A que estoy vivo?
Che piangi? Piangi perché son vivo? Mi volevi morto? Guardami... sù,
guardami in faccia! Vivo o morto?
Ella si provò, tra le lagrime, ad alzar gli occhi su me, e con voce rotta dai singhiozzi, balbettò:
- Ma... come... tu? che... che hai fatto?
Io, che ho fatto? - sogghignai. - Lo domandi a me, che ho fatto? Tu hai ripreso marito...
quello sciocco là!... tu hai messo al mondo una figliuola, e hai il coraggio di domandare a
me che ho fatto?
E ora? - gemette Pomino, coprendosi il volto con le mani.
- Ma tu, tu... dove sei stato?
¿Luego querías que me hubiera muerto de veras? ¡Mírame..., mírame bien a la cara! ¿Estoy vivo o estoy muerto? Ella hizo un esfuerzo para mirarme por entre sus lágrimas, y con voz entrecortado por los sollozos, balbució: —¿Pero... cómo.... tú? ¿Qué.... qué hiciste en todo este tiempo? ¿Que qué hice? —suspiré—. ¿Y a mí me lo preguntas? ¿De modo que tú te volviste a casar... con ese sandio ahí presente.... y trajiste al mundo una niña, y todavía tienes valor de preguntarme a mí que qué hice en este tiempo? —¿Y ahora? —gimió Pomino, cubriéndose la cara con las manos. —Pero tú, ¿dónde has estado?
Se ti sei finto morto e te ne sei scappato... - prese a strillar la
Pescatore, facendosi avanti con le braccia levate.
Glien'afferrai uno, glielo storsi e le urlai:
- Zitta, vi ripeto! Statevene zitta, voi, perché, se vi sento fiatare, perdo la pietà che m'ispira
codesto imbecille di vostro genero e quella creaturina là, e faccio valer la legge! Sapete
che dice la legge? Ch'io ora devo riprendermi Romilda...
- Mia figlia? tu? Tu sei pazzo! - inveì, imperterrita, colei.
Ma Pomino, sotto la mia minaccia, le si accostò subito a scongiurarla di tacere, di calmarsi,
per amor di Dio.
Si te fingiste muerto y te largaste... —gritó mi suegra, adelantándose hacia mí con los brazos alzados. Yo le cogí uno de ellos y se lo retorcí, gritando: —¡Cállese usted, vuelvo a decirle! ¡Estése usted quieta, porque como la sienta resollar a usted, va a acabárseme la piedad que me inspiran ese imbécil de su yerno y esa criaturita, y voy a aplicarles a todos la ley monda y lironda! ¿Y sabe usted lo que dice la ley? Pues que yo debo volverme a reunir ahora con Romilda... —¡Con mi hija! ¡Tú! ¡Pero tú estás loco! —exclamó la vieja, impertérrita. Mas Pomino, impresionado por mis amenazas acercósele diligente, rogándole que se callara, por lo que más quisiera.
La megera allora lasciò me, e prese a inveire contro di lui, melenso, sciocco, buono a nulla
e che non sapeva far altro che piangere e disperarsi come una femminuccia...
Scoppiai a ridere, fino ad averne male ai fianchi.
- Finitela! - gridai, quando potei frenarmi. - Gliela lascio! la lascio a lui volentieri! Mi credete
sul serio così pazzo da ridiventar vostro genero? Ah, povero Pomino! Povero amico mio,
scusami, sai? se t'ho detto imbecille; ma hai sentito? te l'ha detto anche lei, tua suocera, e
ti posso giurare: che, anche prima, me l'aveva detto Romilda, nostra moglie... sì, proprio
lei, che le parevi imbecille, stupido, insipido... e non so che altro.
Y entonces fue la bruja y me soltó a mí y la emprendió con él, poniéndolo de sandio, de bragazas, de inútil, y echándole en cara que no sabía hacer más que llorar y lamentarse como una hembra... —¡Acabe usted ya! —grité en cuanto pude contenerme—. ¡Os la dejo! ¡Os la dejo a vosotros con muchísimo gusto! ¿O me cree usted de veras tan chiflado como para avenirme a ser otra vez su yerno? ¡Ay, pobre Pomino! ¡Pobre amigo mío, dispénsame, ¿oyes?, si te llamé imbécil! Pero ya has oído que también te lo ha llamado tu suegra, y puedo jurarte que, también, desde un principio, me lo había dicho Romilda, nuestra mujer..., ¡sí, sí, ella misma!..., que le parecías un memo, un estúpido, un pazguato... y no sé cuantas cosas más por este estilo...
E vero, Romilda? di' la
verità... Sù, sù, smetti di piangere, cara: rassèttati: guarda, puoi far male alla tua piccina,
così... Io ora sono vivo - vedi? - e voglio stare allegro... Allegro! come diceva un certo ubriaco
amico mio... Allegro, Pomino! Ti pare che voglia lasciare una figliuola senza mamma?
Ohibò! Ho già un figliuolo senza babbo... Vedi, Romilda? Abbiamo fatto pari e patta:
io ho un figlio, che è figlio di Malagna, e tu ormai hai una figlia, che è figlia di Pomino. Se
Dio vuole, li mariteremo insieme, un giorno! Ormai quel figliuolo là non ti deve far più dispetto...
Parliamo di cose allegre...
¿No es cierto, Romilda? ¡Anda, mujer, di la verdad! ... ¡Anda, no llores más rica! ¡Tranquilízate, criatura! ¿No ves que puede sentarle mal a tu nena? Yo he vuelto a la vida.... ¿no lo ves?..., y quiero estar alegre... ¡Alegre!, como decía aquel borracho... ¡Alegre, Pomino! ¿Te parece que sea capaz de dejar sin madre a una criaturita? ¡No, hombre! Yo ya tengo un hijo sin padre... ¿Lo ves, Romilda? Estamos en paz: yo tengo un hijo que es hijo de Malagna, y tú tienes ahora una hija que es hija de Pomino. Si Dios quiere, en su día los casaremos l ¡Ahora ya no debes llevar a mal lo de ese hijo mío! ... Pero hablemos de cosas alegres...
Ditemi come tu e tua madre avete fatto a riconoscermi
morto, là, alla Stìa...
- Ma anch'io! - esclamò Pomino, esasperato. Ma tutto il paese! Non esse sole!
- Bravi! bravi! Tanto dunque mi somigliava?
- La tua stessa statura... la tua barba... vestito come te, di nero... e poi, scomparso da tanti
giorni...
- E già, me n'ero scappato, hai sentito? Come se non m'avessero fatto scappar loro... Costei,
costei... Eppure stavo per ritornare, sai? Ma sì, carico d'oro! Quando... che è, che non
è, morto, affogato, putrefatto. .. e riconosciuto, per giunta!
Dime: ¿cómo tú y tu madre, os arreglasteis para darme por muerto allá en La Cabaña?... —¡No fueron ellas solas! —exclamó Pomino—. También yo te di por muerto. ¡Y todo el mundo, aquí, en el pueblo! —¡Muy bien! ¡Muy bien! ¿Conque tanto se me parecía el interfecto? —Tenía tu misma estatura..., tu misma barba... Vestía como tú, de negro... ¡Y como, además, llevabas tantos días sin aparecer! ... —¡Claro! Me había fugado, ¿no es verdad? ¡Como si no hubieran sido ellas la que me echaron de casa! ... ¡Esta, ésta misma! ... ¡Y, sin embargo, tenía intención de volver..., ¡sí, señor!, ¡y cargado de oro! Mientras, aquí..., que es..., que no es... muerto, ahogado, putrefacto... e identificado, por añadidura...
Grazie a Dio. mi sono scialato,
due anni; mentre voi, qua: fidanzamento, nozze, luna di miele, feste, gioje, la figliuola... chi
muore giace, eh? e chi vive si dà pace...
- E ora? come si fa ora? - ripeté Pomino, gemendo, tra le spine. - Questo dico io!
Romilda s'alzò per adagiar la bimba nella cuna.
- Andiamo, andiamo di là, - diss'io. - La piccina s'è riaddormentata. Discuteremo di là.
Ci recammo nella sala da pranzo, dove, sulla tavola ancora apparecchiata, erano i resti
della cena. Tutto tremante, stralunato, scontraffatto nel pallore cadaverico, battendo di
continuo le palpebre su gli occhietti diventati scialbi, forati in mezzo da due punti neri, acuti
di spasimo, Pomino si grattava la fronte e diceva, quasi vaneggiando:
¡Gracias a Dios que me he divertido estos dos años! En tanto, vosotros, aquí, noviazgo, casorio, luna de miel, fiestas y alegrías; la nena... El muerto al hoyo y el vivo al bollo..., ¿eh? —¿Y ahora? ¿Qué vamos a hacer ahora? —repitió Pomino, gimiendo, como puesto en un potro. Romilda se levantó para acomodar en la cuna a la pequeña. —¡Vámonos de aquí —dije yo—, que la pequeña ha vuelto a dormirse! En otro sitio discutiremos. Nos trasladamos al comedor, donde, encima de la mesa, aun sin levantar, veíanse los restos de la cena. Todo tembloroso y descompuesto, con cadavérico palidez en el semblante, parpadeando sin cesar y con los ojos como de yeso, horadados en su mitad por dos puntitos negros y agudos, de pasmo, Pomino se rascaba la frente y repetía, como delirando:
- Vivo... vivo... Come si fa? come si fa?
- Non mi seccare! - gli gridai. - Adesso vedremo, ti dico.
Romilda, indossata la veste da camera, venne a raggiungerci. Io rimasi a guardarla alla
luce, ammirato: era ridivenuta bella come un tempo, anzi più formosa.
- Fammiti vedere... - le dissi. - Permetti, Pomino? Non c'è niente di male: sono marito anch'io,
anzi prima e più di te. Non ti vergognare, via, Romilda! Guarda, guarda come si torce
Mino! Ma che ti posso fare se non son morto davvero?
- Così non è possibile! - sbuffò Pomino, livido.
- S'inquieta! - feci, ammiccando, a Romilda. - No, via, calmati, Mino... Ti ho detto che te la
lascio, e mantengo la parola. Solo, aspetta... con permesso!
Mi accostai a Romilda e le scoccai un bel bacione su la guancia.
—¡Vivo! ... ¡Vivo! ... ¿Qué vamos a hacer? —No me jorobes! —le grité—. ¡Ya lo veremos! Romilda, que ya se había echado una falda, vino a buscarnos al comedor. Al verla a la luz, quedéme maravillado: estaba tan hermosa como en otro tiempo, por no decir más. —¡Déjame que te vea bien!... —le dije—. Con tu permiso, ¿eh, Pomino? No creo que esté mal..., porque también yo soy su marido, y el primero, y soy antes que tú. ¡Vaya, Romilda, no te dé vergüenza! ¡ Mira, mira cómo se retuerce Mino! Pero ¿qué culpa tengo yo de no haberme muerto de veras? —¡Eso no es posible! —rezongó Pomino, lívido. —¿No ves que la asustas? —díjele yo, señalando a Romilda—. ¡Cálmate, Mino! ... ¡Te he dicho que te la cedo, y mantengo mi palabra! ¡Sólo que, espera un poco!.... ¡con tu permiso!
- Mattia! - gridò Pomino, fremente.
Scoppiai a ridere di nuovo.
- Geloso? di me? Va' là! Ho il diritto della precedenza. Del resto, sù, Romilda, cancella,
cancella... Guarda, venendo, supponevo (scusami, sai, Romilda), supponevo, caro Mino,
che t'avrei fatto un gran piacere, a liberartene, e ti confesso che questo pensiero m'affliggeva
moltissimo, perché volevo vendicarmi, e vorrei ancora, non credere, togliendoti aIl
desso Romilda, adesso che vedo che le vuoi bene e che lei... sì, mi pare un sogno, mi pare
quella di tant'anni fa... ricordi, eh, Romilda?... Non piangere! ti rimetti a piangere? Ah,
bei tempi... si, non tornano più!...
Lleguéme a Romilda y le estampé un beso muy fuerte en la mejilla. —¡Matías! —gritó Pomino, todo trémulo. Yo echéme de nuevo a reír. —¿Celos? ¿Tienes celos de mí? ¡Vamos, hombre! ¡Yo tengo aquí primacía! Además, que eso se borra, ¿ verdad Romilda?... Mira, al venir para aquí, pensaba yo —y que me dispense Romilda—, pensaba yo, querido Mino, que te haría un gran favor librándote de ella; y este pensamiento me traía a mal traer, pues quería vengarme, y aun lo querría, ¡no vayas a creer!, quitándote a Romilda, ahora que veo que la quieres y que ella... Sí, me parece un sueño; me parece la de aquellos tiempos, ¿no te acuerdas, Romilda?... Pero ¡no llores! ¿Por qué otra vez esos lloros?... ¡Ay, qué tiempos aquéllos! ¡Ya no volverán!...
Via, via: voi ora avete una figliuola, e dunque non se ne
parli più! Vi lascio in pace, che diamine!
- Ma il matrimonio s'annulla? - gridò Pomino.
- E tu lascialo annullare! - gli dissi. - Si annullerà pro forma, se mai: non farò valere i miei
diritti e non mi farò neppure riconoscer vivo ufficialmente, se proprio non mi costringono.
Mi basta che tutti mi rivedano e mi risappiano vivo di fatto, per uscir da questa morte, che
è morte vera, credetelo! Già lo vedi: Romilda, qua, ha potuto divenir tua moglie... il resto
non m'importa! Tu hai contratto pubblicamente il matrimonio; è noto a tutti che lei è, da un
anno, tua moglie, e tale rimarrà. Chi vuoi che si curi più del valor legale del suo primo matrimonio?
Vosotros tenéis ya una hijita; así que... ¡punto en boca! Me voy y os dejo en paz, ¡qué diantre! —Pero ¿no anularán el matrimonio? —gritó Pomino. —¿Y qué te importa a ti que lo anulen? —le dije—, Lo anularán pro forma, si es que lo anulan, porque lo que es yo no he de hacer valer mis derechos, y ni siquiera pienso darme a conocer oficialmente como vivo, a no ser que materialmente me obliguen. A mí me basta con que todos vuelvan a verme y sepan que estoy vivo de hecho, para salir de esta muerte postiza, que, creedlo, es una muerte verdadera. Y si no, ya lo ves: ¡te has podido casar con Romilda como si estuviera viuda! ... Lo demás me importa un comino. Tú contrajiste matrimonio públicamente, y todos saben que Romilda lleva un año de ser tu mujer, y como tal, seguirá en adelante. ¿Quién crees que piensa ya en el valor legal de su primer matrimonio?
Acqua passata... Romilda fu mia moglie: ora, da un anno, è tua, madre d'una tua
bambina. Dopo un mese non se ne parlerà più. Dico bene, doppia suocera?
La Pescatore, cupa, aggrondata, approvò col capo. Ma Pomino, nel crescente orgasmo,
domandò:
- E tu rimarrai qua, a Miragno?
- Sì, e verrò qualche sera a prendermi in casa tua una tazza di caffè o a bere un bicchier
di vino alla vostra salute.
- Questo, no! - scattò la Pescatore, balzando in piedi.
- Ma se scherza!... - osservò Romilda, con gli occhi bassi.
Io m'ero messo a ridere come dianzi.
- Vedi, Romilda? - le dissi.
Aguas pasadas... Romilda ha sido mi mujer; pero desde hace un año lo es tuya y madre, además, de una hija de los dos. De aquí a un mes, ya nadie se acordará de lo ocurrido. ¿No digo bien, suegra por partida doble? La viuda de Pescatore, malhumorada y ceñuda, asintió con la cabeza. Pero Pomino, con agitación creciente, preguntó: —¿Y tú piensas quedarte a vivir aquí, en Miragno? —Sí; y alguna que otra nochecita me vendré por aquí a tomar con vosotros una tacita de café o un vasito de vino, a vuestra salud. —¡Eso, no! —saltó mi suegra, poniéndose en pie. —¡Pero si lo dice en broma! —observó Romilda, con los ojos bajos. Yo me eché a reír, como antes. —¿Lo estás viendo, Romilda? —le dije—.
- Hanno paura che riprendiamo a fare all'amore... Sarebbe pur
carina! No, no: non tormentiamo Pomino... Vuol dire che se lui non mi vuole più in casa, mi
metterò a passeggiare giù per la strada, sotto le tue finestre. Va bene? E ti farò tante belle
serenate.
Pomino, pallido, vibrante, passeggiava per la stanza, brontolando:
- Non è possibile... non è possibile...
A un certo punto s'arrestò e disse:
- Sta di fatto che lei... con te, qua, vivo, non sarà più mia moglie...
- E tu fa' conto che io sia morto! - gli risposi tranquillamente.
Riprese a passeggiare:
Tienen miedo, no sea que volvamos a enamorarnos... ¡No estaría mal! Pero ¡no, no hagamos sufrir a Pomino! ... Quiere decir que, si no le hace gracia verme en su casa, me pondré a pasearte la calle y rondarte el balcón. ¿Qué tal? ¡Ya verás las serenatas que voy a darte! Pálido y trémulo, daba vueltas Pomino por la estancia, refunfuñando: —¡No es posible! ... ¡No es posible! ... De pronto, se paró en seco, y me dijo: —El hecho es que ésta.... estando tú aquí, vivo, no será ya mi mujer. —¡Pues hazte cuenta que me he muerto! —respondíle con mucha flema. El volvió a sus paseos:
- Questo conto non posso più farlo!
- E tu non lo fare. Ma, via, credi davvero - soggiunsi, - che vorrò darti fastidio, se Romilda
non vuole? deve dirlo lei... Sù, di', Romilda, chi è più bello? io o lui?
- Ma io dico di fronte alla legge! di fronte alla legge! - gridò egli, arrestandosi di nuovo.
Romilda lo guardava, angustiata e sospesa.
- In questo caso, - gli feci osservare, - mi sembra che più di tutti, scusa, dovrei risentirmi
io, che vedrò d'ora innanzi la mia bella quondam metà convivere maritalmente con te.
—¡Cómo voy a hacerme esa cuenta! —Pero ¿crees de verdad —añadí— que yo vaya a hacerte sombra, no queriendo Romilda? Aunque, ¡claro!, como soy mucho más guapo que tú... —Pero quiero decir ante la ley, ¡ante la ley! —gritó él, volviendo a pararse. Romilda lo miraba, angustiada y perpleja. —En ese caso —hícele observar—, me parece que quien debía dolerse antes que nadie era yo, que en lo sucesivo tendré que aguantarme y ver a mi hermosa media naranja vivir maritalmente contigo...
- Ma anche lei, - rimbeccò Pomino, - non essendo più mia moglie...
- Oh, insomma, - sbuffai, - volevo vendicarmi e non mi vendico; ti lascio la moglie, ti lascio
in pace, e non ti contenti? Sù, Romilda, alzati! andiamocene via, noi due! Ti propongo un
bel viaggetto di nozze... Ci divertiremo! Lascia questo pedante seccatore. Pretende ch'io
vada a buttarmi davvero nella gora del molino, alla Stìa.
- Non pretendo questo! - proruppe Pomino al colmo dell'esasperazione.
—Pero también ella —exclamó Pomino, no siendo ya mi mujer... —¡Bueno! En una palabra —salté yo—: que quería vengarme, y no me vengo; te dejo la mujer y te dejo a ti en paz, ¿y todavía no estás contento? ¡Ea! ¡Anda, Romilda, levántate y vámonos! ¡Qué le vamos a hacer! ... ¡Emprenderemos un viaje de bodas! ... ¡Ya verás cuánto nos vamos a divertir! ¡Deja, que se pudra él solo, a ese cascarrabias! ¿No lo ves? Ahora quisiera que yo fuese a tirarme de cabeza al molino de La Cabaña. —¡No quiero eso! —prorrumpió Pomino, en el colmo de la desesperación—.
- Ma vattene, almeno!
Vattene via, poiché ti piacque di farti creder morto! Vattene subito, lontano, senza
farti vedere da nessuno. Perché io qua... con te... vivo...
Mi alzai; gli battei una mano su la spalla per calmarlo e gli risposi, prima di tutto, ch'ero già
stato a Oneglia, da mio fratello, e che perciò tutti, là, a quest'ora, mi sapevano vivo, e che
domani, inevitabilmente, la notizia sarebbe arrivata a Miragno; poi:
- Morto di nuovo? Lontano da Miragno? Tu scherzi, mio caro! - esclamai.
Lo que quiero es que, por lo menos, te vayas de aquí. ¡Que te quites de en medio! ¿No tuviste por conveniente hacerte el muerto? Pues vete ahora del pueblo sin que nadie te vea. Porque yo aquí.... viviendo tú... Levantéme, púsele una mano en el hombro para sosegarlo, y le respondí, diciéndole, en primer lugar, que ya había estado en Oneglia a ver a mi hermano; de suerte, que ya todos sabían que no me había muerto, y era inevitable que al día siguiente cundiera ya la noticia por Miragno. Luego exclamé: —¿Que me haga otra vez el muerto? ¿Que me vaya de Miragno? ¡Quita, hombre! ...
- Va' là: fa' il marito
in pace, senza soggezione... Il tuo matrimonio, comunque sia, s'è celebrato. Tutti approveranno,
considerando che c'è di mezzo una creaturina. Ti prometto e giuro che non
verrò mai a importunarti, neanche per una miserrima tazza di caffè, neanche per godere
del dolce, esilarante spettacolo del vostro amore, della vostra concordia, della vostra felicità
edificata su la mia morte... Ingrati! Scommetto che nessuno, neanche tu, sviscerato amico,
nessuno di voi è andato ad appendere una corona, a lasciare un fiore su la tomba
mia, là nel camposanto...
¡Sigue tú de marido, y que buen provecho te haga! ... No temas cosa alguna... Sea como quiera, tú estás casado como Dios manda... Y todo el mundo bajará la cabeza, sabiendo que hay de por medio una criatura. Yo te prometo y te juro que no he de venir nunca a molestarle, ni siquiera a pedirte una taza de café, ni siquiera a regodearme con el espectáculo plácido y risueño de vuestro cariño y concordia, de vuestra dicha, cimentada sobre mi muerte... ¡Ingratos! Cualquier cosa apuesto a que nadie en el mundo, empezando por ti, mal amigo, ha ido a poner una corona, ni siquiera una flor, en mi sepultura...
Di', è vero? Rispondi! - Ti va di scherzare!... - fece Pomino,
scrollandosi.
- Scherzare? Ma nient'affatto! Là c'è davvero il cadavere di un uomo, e non si scherza! Ci
sei stato?
- No... non... non ne ho avuto il coraggio borbottò Pomino.
- Ma di prendermi la moglie, sì, birbaccione!
- E tu a me? - diss'egli allora, pronto. - Tu a me non l'avevi tolta, prima, da vivo?
- Io? - esclamai. - E dàlli! Ma se non ti volle lei! Lo vuoi dunque ripetuto che le sembravi
proprio uno sciocco? Diglielo tu, Romilda, per favore: vedi, m'accusa di tradimento... Ora,
che c'entra! è tuo marito, e non se ne parla più; ma io non ci ho colpa...
¿A que es verdad? ¡Habla, responde! —¡Déjate de bromas, hombre! —exclamó Pomino con nervioso temblor. —¿Bromas?... ¡No son bromas, amigo mío; que estando de por medio el cadáver de un hombre, no hay quien bromee! Di la verdad: ¿a que no has ido a visitar mi tumba al camposanto? —No..., no.... no he tenido valor —balbució Pomino. —Pero para quitarme la mujer sí tuviste valor, ¡tunante! —¿Y tú? ¿No me la quitaste tú primero? ¡Y eso que estaba yo vivo! —exclamó él, de pronto. —¿Yo? —murmuré—. ¡Ca! ¡Si fue ella la que no te quiso, hombre! ¿Quieres que vuelva a repetirte que le parecías un panoli? ¡Anda, díselo tú, Romilda, haz el favor! Ya ves que sale acusándome de haberío traicionado... Pero, en fin, ahora ya es tu marido, y ¡punto en boca! No hablemos más de ello...
Sù, sù. Ci andrò io
domani da quel povero morto, abbandonato là, senza un fiore, senza una lacrima... Di', c'è
almeno una lapide su la fossa?
- Si, - s'affrettò a rispondermi Pomino. - A spese del Municipio... Il povero babbo...
- Mi lesse l'elogio funebre, lo so! Se quel pover'uomo sentiva... Che c'è scritto su la lapide?
- Non so... La dettò Lodoletta.
- Figuriamoci! - sospirai. - Basta. Lasciamo anche questo discorso. Raccontami, raccontami
piuttosto come vi siete sposati così presto... Ah, come poco mi piangesti, vedovella
mia...
Mañana iré yo al cementerio a visitar la tumba de ese desgraciado, que está allí abandonado el pobre, sin una flor ni una lágrima... Dime, ¿pusisteis siquiera lápida en su sepultura? —Sí —apresuróse a responder Pomino—. Y a expensas del Ayuntamiento... Mi pobre padre... —Sí; ya sé que me hizo el elogio fúnebre... ¡Si el pobre del muerto hubiera podido oírlo!... ¿Y qué habéis puesto en la lápida? —No recuerdo ya... Lo redactó Alondrilla... —¡Claro! —suspiré—. ¡Y basta! Dejemos también esto. Pero cuéntame, hombre: ¿cómo os disteis tanta prisa a casaros?... ¡Ay, y qué poco me lloraste, viudita mía!
Forse niente, eh? di' sù, possibile ch'io non debba sentir la tua voce? Guarda: è già
notte avanzata... appena spunterà il giorno, io andrò via, e sarà come non ci avessimo mai
conosciuto... Approfittiamoci di queste poche ore. Sù, dimmi...
Romilda si strinse nelle spalle, guardò Pomino, sorrise nervosamente: poi, riabbassando
gli occhi e guardandosi le mani:
- Che posso dire? Certo che piansi...
- E non te lo meritavi! - brontolò la Pescatore.
- Grazie! Ma infine, via... fu poco, è vero? - ripresi. - Codesti begli occhi, che pur s'ingannarono
così facilmente, non ebbero a sciuparsi molto, di certo.
- Rimanemmo assai male, - disse, a mo' di scusa, Romilda.
Quizá ni una lágrima, ¿eh? ¡Habla, mujer, contesta! ¿Es posible que no quieras dejarme oír tu voz? Mira, ya va avanzada la noche... En cuanto amanezca, me iré de esta casa, y ¡si te vi, no me acuerdo! Aprovechemos estas pocas horas... ¡Habla, mujer! Romilda se encogió de hombros, miré a Pomino y sonrió nerviosamente; luego, volviendo a bajar los ojos y mirándose las manos: —¿Qué quieres que te diga?... Es verdad que lloré... —¡Y eso que no te lo merecías! —refunfuñó mi suegra. —¡Gracias! Pero, en fin... ¡Bueno! ... Supongo que no me llorarías mucho, ¿eh? De fijo que no se mojaron mucho esos ojos tan hermosos que tan fácilmente se equivocaron... —Nos vimos muy apuradas —continuó Romilda a modo de disculpa—.
- E se non fosse stato per lui...
- Bravo Pomino! - esclamai. - Ma quella canaglia di Malagna, niente?
- Niente, - rispose, dura, asciutta, la Pescatore. - Tutto fece lui...
E additò Pomino.
- Cioè... cioè... - corresse questi, - il povero babbo... Sai ch'era al Municipio? Bene, fece
prima accordare una pensioncina, data la sciagura... e poi...
- Poi accondiscese alle nozze?
- Felicissimo! E ci volle qua, tutti, con sé... Mah! Da due mesi...
E prese a narrarmi la malattia e la morte del padre; l'amore di lui per Romilda e per la nipotina;
il compianto che la sua morte aveva raccolto in tutto il paese. Io domandai allora
notizie della zia Scolastica, tanto amica del cavalier Pomino.
Y si no hubiera sido por éste... —¡Muy bien, Pomino! —exclamó—. Pero y el canalla de Malagna ¿no os ayudó? —Ni pizca —saltó mi suegra con voz dura y desabrida—. Todo lo hizo éste... Y señaló a Pomino. —Es decir —rectificó aquél balbuciendo—, yo no... Mi pobre padre... ¿No recuerdas que era del Ayuntamiento? Pues fue y consiguió que les señalaran una pensioncita, en atención a la desgracia.... y luego. — — —¿Dio su consentimiento para el casorio? —¡Eso! Y se empeñó en que nos viniésemos a vivir todos aquí con él... Pero hace dos meses... Y procedió a contarme la enfermedad y muerte del padre, el cariño que les había tomado a la nuera y a nieta y lo llorada que había sido su muerte en el pueblo. Luego pedile noticias de tía Escolástica, que tan amiga era del caballero Pomino.
La vedova Pescatore, che si
ricordava ancora del batuffolo di pasta appiastratole in faccia dalla terribile vecchia, si agitò
sulla sedia. Pomino mi rispose che non la vedeva più da due anni, ma che era viva; poi,
a sua volta, mi domandò che avevo fatto io, dov'ero stato, ecc. Dissi quel tanto che potevo
senza far nomi né di luoghi né di persone, per dimostrare che non m'ero affatto spassato
in quei due anni. E così, conversando insieme, aspettammo l'alba del giorno in cui doveva
pubblicamente affermarsi la mia resurrezione.
Eravamo stanchi della veglia e delle forti emozioni provate; eravamo anche infreddoliti.
La viuda Pescatore, que todavía se acordaba del puñado de masa que le tiró aquella vez a la cara, revolvióse en su asiento. Pomino respondióme que hacía dos años y pico que no la veía, pero que gozaba de cabal salud; luego, a su vez, preguntóme por mi vida y milagros durante el tiempo que había estado ausente. Yo le dije cuanto discretamente podía decirle, callándome los nombres de las personas y lugares, a fin de demostrarles que no todo habían sido mieles para mí en aquellos dos años. Y así conversando en amor y compaña, aguardamos el clarear de aquel día, en que había de proclamarse a los cuatro vientos mi resurrección. Estábamos rendidos de la noche en claro y de las violentas emociones que experimentáramos, Y sentíamos también mucho frío.
Per riscaldarci un po', Romilda volle preparare con le sue mani il caffè. Nel porgermi la
tazza, mi guardò, con su le labbra un lieve, mesto sorriso, quasi lontano, e disse:
- Tu, al solito, senza zucchero, è vero?
Che lesse in quell'attimo negli occhi miei? Abbassò subito lo sguardo.
In quella livida luce dell'alba, sentii stringermi la gola da un nodo di pianto inatteso, e
guardai Pomino odiosamente. Ma il caffè mi fumava sotto il naso, inebriandomi del suo aroma
e cominciai a sorbirlo lentamente.
Con objeto de que entráramos en calor, fue Romilda y por su propia mano nos hizo café. Al ofrecerme la taza, me miró con ligera, triste y como lejana sonrisa, y me dijo: —A ti siempre te gustó sin azúcar, ¿verdad? ¿Qué leería en aquel instante en mis ojos, que hubo de bajar enseguida los suyos? A la lívida luz de la aurora sentí que se me subía de pronto a la garganta una inesperada oleada de llanto, y miré a Pomino con enconados ojos. Pero ya el café humeaba bajo mi misma nariz, embriagándome con su aroma, y empecé a tomármelo a lentos sorbos.
Domandai quindi a Pomino il permesso di lasciare
a casa sua la valigia, fino a tanto che non avessi trovato un alloggio: avrei poi mandato
qualcuno a ritirarla.
- Ma sì! ma sì! - mi rispose egli, premuroso. - Anzi non te ne curare: penserò io a fartela
portare...
- Oh, - dissi, - tanto è vuota, sai?... A proposito, Romilda: avresti ancora, per caso, qualcosa
di mio... abiti, biancheria?
- No, nulla... - mi rispose, dolente, aprendo le mani. - Capirai... dopo la disgrazia...
- Chi poteva immaginarselo? - esclamò Pomino.
Ma giurerei ch'egli, l'avaro Pomino, aveva al collo un mio antico fazzoletto di seta.
- Basta. Addio, eh! Buona fortuna! - diss'io, salutando, con gli occhi fermi su Romilda, che
non volle guardarmi.
Luego pedíle permiso a Pomino para dejar en su casa la maleta, hasta que encontrara alojamiento. —¡Sí, hombre, sí! —contestóme él solícito—. Es más: no te cuides de ésa, que cuando sea necesario yo me encargaré de mandártela... —¡Oh! —exclamé—. ¡No creas que tengo nada en ella! ... Está vacía... Y a propósito, Romilda: ¿no has conservado en tu poder nada mío..., prendas de vestir.... ropa interior?... —No, nada —respondióme ella, contrita, abriendo las manos—. Ya comprenderás..., después de aquella desgracia... —¡Quién podía imaginar!... —exclamó Pomino. Pero hubiera jurado que el roñoso de Pomino tenía, liado al cuello, un antiguo pañuelo mío, de seda. —¡Bueno! Basta. ¡Adiós, y buena suerte! —díjeles, buscando con mis ojos los de Romilda, que me rehuían, aunque, al darme la mano, pude notar que le temblaba—.
Ma la mano le tremò, nel ricambiarmi il saluto. - Addio! Addio!
Sceso giù in istrada, mi trovai ancora una volta sperduto, pur qui, nel mio stesso paesello
nativo: solo, senza casa, senza mèta.
« E ora? » domandai a me stesso. « Dove vado? »
Mi avviai, guardando la gente che passava. Ma che! Nessuno mi riconosceva? Eppure ero
ormai tal quale: tutti, vedendomi, avrebbero potuto almeno pensare: « Ma guarda quel forestiero
là, come somiglia al povero Mattia Pascal! Se avesse l'occhio un po' storto, si direbbe
proprio lui ». Ma che! Nessuno mi riconosceva, perché nessuno pensava più a me.
¡Adiós! ¡Adiós! Bajé a la calle y volví a encontrarme perdido, con estar allí, en mi pueblo: solo, sin casa ni hogar. —¿Y ahora —preguntéme a mí mismo—, adónde ir? Eché a andar, mirando a la gente que pasa a. ¡Cómo! ¿No me conocía nadie? Y, sin embargo, yo no había cambiado tanto como para que, al verme, no hubiera podido decir alguno: «¡Hombre, y cómo se parece ese forastero al pobre Matías Pascal! ¡Si tuviera el ojo un poco torcido, cualquiera diría que era él!” Pero no, ninguno me conocía, porque nadie pensaba en mí.
Non destavo neppure curiosità, la minima sorpresa... E io che m'ero immaginato uno
scoppio, uno scompiglio, appena mi fossi mostrato per le vie! Nel disinganno profondo,
provai un avvilimento, un dispetto, un'amarezza che non saprei ridire; e il dispetto e l'avvilimento
mi trattenevano dallo stuzzicar l'attenzione di coloro che io, dal canto mio, riconoscevo
bene: sfido! dopo due anni... Ah, che vuol dir morire! Nessuno, nessuno si ricordava
più di me, come se non fossi mai esistito...
No despertaba curiosidad, ni siquiera la menor sorpresa... ¡Y yo que me figuraba que con sólo salir a la calle iba a armar una revolución! Ante aquel profundo desengaño experimenté un bochorno, una pena, una amargura, que en vano intentaría describir; y ese bochorno y ese desprecio impedíanme llamarles la atención a aquellos que yo, por mi parte, conocía muy bien... ¡Al cabo de dos años! ¡Ah! ¿Qué significaba morir? Ya nadie se acordaba para nada del santo de mi nombre; ni más ni menos que si nunca hubiera existido...
Due volte percorsi da un capo all'altro il paese, senza che nessuno mi fermasse. Al colmo
dell'irritazione, pensai di ritornar da Pomino, per dichiarargli che i patti non mi convenivano
e vendicarmi sopra lui dell'affronto che mi pareva tutto il paese mi facesse non riconoscendomi
più. Ma né Romilda con le buone mi avrebbe seguito, né io per il momento avrei
saputo dove condurla. Dovevo almeno prima cercarmi una casa. Pensai d'andare al Municipio,
all'ufficio dello stato civile, per farmi subito cancellare dal registro dei morti; ma, via
facendo, mutai pensiero e mi ridussi invece a questa biblioteca di Santa Maria Liberale,
dove trovai al mio posto il reverendo amico don Eligio Pellegrinotto, il quale non mi riconobbe
neanche lui, lì per lì.
Por dos veces recorrí de punta a cabo el pueblo, sin que nadie me detuviese. Por un momento, lleno de rabia, pensé en volver a casa de Pomino y decirle que estaba arrepentido del trato hecho, vengando en él la afrenta que parecía infligirme todo el pueblo al no darse por enterado de mi presencia. Pero ni Romilda me hubiera seguido por las buenas ni yo tampoco hubiera sabido, de momento, adónde llevármela. Debía empezar por buscar albergue. Pensé en dirigirme inmediatamente al Ayuntamiento, al Registro civil, para exigir que me borrasen enseguida del libro de los muertos; pero andando, andando, mudé de propósito y torcí en dirección a esta Biblioteca de Santa María Liberal, donde hube de encontrarme, ocupando mi puesto, al reverendo amigo don Eligio Pellegrinotto, el cual tampoco me reconoció al primer golpe de vista.
Don Eligio veramente sostiene che mi riconobbe subito e che
soltanto aspettò ch'io pronunziassi il mio nome per buttarmi le braccia al collo, parendogli
impossibile che fossi io, e non potendo abbracciar subito uno che gli pareva Mattia Pascal.
Sarà pure cosi! Le prime feste me le ebbi da lui, calorosissime; poi egli volle per forza ricondurmi
seco in paese per cancellarmi dall'animo la cattiva impressione che la dimenticanza
dei miei concittadini mi aveva fatto.
Jura y perjura don Eligio que él me reconoció enseguida y que sólo aguardó a que yo declarase mi nombre para echarme los brazos al cuello, pareciéndole imposible que fuese yo, y no resolviéndose a abrazar así, a las primeras de cambio, a un individuo que le parecía Matías Pascal. Después de todo, no le llevemos la contraria. Lo cierto es que fue el primero en saludarme y festejar mi vuelta empeñándose luego en que había de presentarme a los paisanos, para borrar de mi ánimo la mala impresión que su olvido me hiciera.
Ma io ora, per ripicco, non voglio descrivere quel che seguì alla farmacia del Brìsigo prima,
poi al Caffè dell'Unione, quando don Eligio, ancor tutto esultante, mi presentò redivivo. Si
sparse in un baleno la notizia, e tutti accorsero a vedermi e a tempestarmi di domande.
Volevano sapere da me chi fosse allora colui che s'era annegato alla Stìa, come se non mi
avessero riconosciuto loro: tutti, a uno a uno. E dunque ero io, proprio io: donde tornavo?
dall'altro mondo! che avevo fatto? il morto! Presi il partito di non rimuovermi da queste due
risposte e lasciar tutti stizziti nell'orgasmo della curiosità, che durò parecchi e parecchi
giorni.
Pero yo, ahora, no creo oportuno describir las escenas que luego hubieron de desarrollarse, en la farmacia de Brísigo, primero, y luego en el café de La Unión, cuando don Eligio, radiante todavía de júbilo, presentóse allí conmigo redivivo. En un santiamén divulgóse la noticia por el pueblo, y todos acudieron a verme y a acosarme a preguntas. Querían que yo les dijese quién había sido, entonces, el ahogado del molino, como defraudados, o como si yo les engañara y no me hubiesen reconocido todos, uno después de otro. ¿De modo que era yo, verdaderamente? Pero ¿de dónde venía? ¡ Pues del otro mundo! ¿Y qué había estado haciendo? ¡Pues el muerto! Yo adopté, la determinación de encastillarme en aquellas dos respuestas, sin que hubiera fuerza humana que me sacara de, ellas, y dejarlos a todos con la comezón de la curiosidad, que los tuvo muchos días a mal traer.
Né più fortunato degli altri fu l'amico Lodoletta che venne a « intervistarmi » per il
Foglietto. Invano, per commuovermi, per tirarmi a parlare mi portò una copia del suo giornale
di due anni avanti, con la mia necrologia. Gli dissi che la sapevo a memoria, perché
all'Inferno il Foglietto era molto diffuso.
- Eh, altro! Grazie caro! Anche della lapide... Andrò a vederla, sai?
Rinunzio a trascrivere il suo nuovo pezzo forte della domenica seguente che recava a
grosse lettere il titolo: MATTIA PASCAL E' VIVO!
Ni siquiera fue más afortunado que los demás el amigo Alondrilla, que vino a entrevistarse conmigo para publicar una información en Il Foglietto. Inútil fue que, para conmoverme y tirarme de la lengua, me llevara un número del periódico de hacía dos años, con mi necrología. Yo le repliqué que me la sabía de memoria, pues en el infierno era Il Foglietto muy leído. —¡Gracias, amigo mío, gracias por todo! ¡Incluso por la lápida! ... Ya iré a verla. Renuncio a transcribir su nuevo suelto del domingo siguiente, encabezado con grandes titulares, que decían: “¡Matías Pascal, vive!”
Tra i pochi che non vollero farsi vedere, oltre ai miei creditori, fu Batta Malagna, che pure -
mi dissero - aveva due anni avanti mostrato una gran pena per il mio barbaro suicidio. Ci
credo. Tanta pena allora, sapendomi sparito per sempre, quanto dispiacere adesso, sapendomi
ritornato alla vita. Vedo il perché di quella e di questo.
E Oliva? L'ho incontrata per via, qualche domenica, all'uscita della messa, col suo bambino
di cinque anni per mano, florido e bello come lei: - mio figlio! Ella mi ha guardato con
occhi affettuosi e ridenti, che m'han detto in un baleno tante cose...
Uno de los pocos que no quisieron dejarse ver, además de mis acreedores, fue Malagna, con todo y haber dado muestras —según me dijeron—, dos años antes, de un gran pesar por mi bárbaro suicidio. Y me lo explico. Tanta pena como entonces le daría, al ver que me había quitado de en medio para siempre, tanto disgusto como sentiría ahora, al saber que había vuelto a la vida. Lo comprendo perfectamente. ¿Y Oliva? Hube de tropezarme con ella un domingo, al salir de misa, con su nene, que ya tiene cinco años, y que se le parece en lo guapo y lo sano. ¡Mi hijo! Ella miróme con ojos cariñosos y risueños, que, en un periquete, me dijeron tantas cosas...
Basta. Io ora vivo in pace, insieme con la mia vecchia zia Scolastica, che mi ha voluto offrir
ricetto in casa sua. La mia bislacca avventura m'ha rialzato d'un tratto nella stima di lei.
Dormo nello stesso letto in cui morì la povera mamma mia, e passo gran parte del giorno
qua, in biblioteca, in compagnia di don Eligio, che è ancora ben lontano dal dare assetto e
ordine ai vecchi libri polverosi.
Basta. Ahora vivo en paz con mi anciana tía Escolástica, que se brindó a tenerme en su casa. Mi extraña y peregrina aventura me nimbó de repente de prestigio a sus ojos. Duermo en la misma cama en que exhaló su último suspiro mi pobre madre, y me paso gran parte del día aquí, en la Biblioteca, en compañía de don Eligio, que aún está muy lejos de dar remate a su labor de ordenar los viejos infolios polvorientos.
Ho messo circa sei mesi a scrivere questa mia strana storia, ajutato da lui. Di quanto è
scritto qui egli serberà il segreto, come se l'avesse saputo sotto il sigillo della confessione.
Abbiamo discusso a lungo insieme su i casi miei, e spesso io gli ho dichiarato di non saper
vedere che frutto se ne possa cavare.
- Intanto, questo, - egli mi dice: - che fuori della legge e fuori di quelle particolarità, liete o
tristi che sieno, per cui noi siamo noi, caro signor Pascal, non è possibile vivere.
Ma io gli faccio osservare che non sono affatto rientrato né nella legge, né nelle mie particolarità.
Unos seis meses he tardado en pergeñar esta mi rara historia, con su ayuda. Y de cuanto aquí queda apuntado, me guardará el secreto, como si se lo hubiese contado en el confesonario. Hemos hablado los dos largo y tendido acerca de mis peripecias y aventuras, y más de una vez hele dicho yo que no se me alcanza el provecho que de ellas se pueda sacar. —Por lo pronto, éste —replícame don Eligio—: que fuera de la ley y fuera de esas particularidades, felices o desgraciadas, por las cuales somos quien somos, ¡no es posible vivir, querido Pascal! A lo que le objeto que yo no he vuelto a entrar del todo en la ley ni en mis particularidades.
Mia moglie è moglie di Pomino, e io non saprei proprio dire ch'io mi sia.
Nel cimitero di Miragno, su la fossa di quel povero ignoto che s'uccise alla Stìa, c'è ancora
la lapide dettata da Lodoletta:
COLPITO DA AVVERSI FATI
MATTIA PASCAL
BIBLIOTECARIO
CUOR GENEROSO ANIMA APERTA
QUI VOLONTARIO
RIPOSA
LA PIETA' DEI CONCITTADINI
QUESTA LAPIDE POSE
Io vi ho portato la corona di fiori promessa e ogni tanto mi reco a vedermi morto e sepolto
là. Qualche curioso mi segue da lontano; poi, al ritorno, s'accompagna con me, sorride, e -
considerando la mia condizione - mi domanda:
Mi mujer es la mujer de Pomino, y yo no podría decir a punto fijo quién soy. En el cementerio de Miragno, sobre el sepulcro de aquel pobre desconocido que se ahogó en La Cabaña, puede leerse todavía la lápida redactada por Alondrilla: victima de adversos hados, Matías Pascal, bibliotecario, corazón generoso, alma franca, aquí, voluntariamente, reposa la piedad de sus paisanos coloco aquí esta lapida Yo he puesto allí la corona de flores prometida, y de cuando en cuando, voy allá, a verme muerto y enterrado. Algún curioso me sigue de lejos; y luego, a la vuelta, se me acerca, sonríe, y considerando mi condición actual, me pregunta: —Pero, ¡hombre!, ¿se puede saber, en resumidas cuentas, quién es usted? Yo me encojo de hombros, entorno los ojos, y contesto: —¡Hombre! ¿Quién quiere usted que sea?... ¡Pues el difunto Matías Pascal!